domingo, 19 de abril de 2009

No lo leas, es aburrido.

Entre leyendas y filosofía hoy me he dispuesto a añadir mi inútil/útil grano de arena a esa enorme montaña que es el poder de la mente. Sin experiencia ni pruebas y con una única razón de ser: Estamos aquí para ser felices.
La curiosidad mató al gato, y al hombre, pues este trató de averiguar la causa de la muerte del gato. Ese valiente felino se quiso asomar al final de la pendiente del tejado y calló colérico ante la vista de un ratón, rechoncho y jugoso como pocos. Su cráneo se esclafó como un jarrón contra el suelo y los nietos de los nietos del ratón siguen procreando en la estepa urbana. Diez generaciones de hombres, docenas de científicos, filósofos, asesinatos y dos guerras después, el ser humano acabó deduciendo, partiendo de las supuestas 7 vidas del gato, la potencia de la gravedad, y los tipos de fractura en el cráneo, que el ángulo teórico formado por la caída hasta el suelo es imposible, es decir, no existe. Algún elemento tuvo que modificar su trayectoria, y se creó la idea popular, ya después de las guerras, de que fue una entidad desconocida llamada Dios. Mataron al que dijo que fue un ovni, también al que dijo que fue uno de los balcones del edificio, e incluso encarcelaron al que dijo que no había respuesta posible para nosotros. Torturaron al que pensó que el gato fue asesinado, y al que pensó que el gato sufrió una modificación genética a causa de su alimentación. Cualquiera de esas explicaciones pudo haber sido la primera. Y aunque parezca que la muerte de un felino no es importante, ¿Qué tiene tanta importancia como para crear tal alboroto?
Así pues, la imaginación del ser humano es muy poderosa cuando se trata de dar respuestas a nuestras preguntas.
He aquí una o dos respuestas más. Porque en la variedad está el gusto y porque queremos ser felices.
Todo se basa en las variables. Un número determinado de variables hacen que una piedra siga su trayectoria. El destino de la piedra está escrito en las variables, en todas ellas. Cuando a alguien le preguntas si va a realizar una acción, su elección final estará compuesta por muchísimas variables, como los gustos, el estado moral en que se encuentre, el tiempo, etc. Y esas variables además estarán destinadas por otras. El gusto, por la educación y las costumbres, el estado moral, por las amistades o la salud, el tiempo, ¿por qué no? Por el batir de alas de una mariposa en la otra parte del mundo. La lectura de las variables está limitada para nosotros y nuestros días se basan en su búsqueda, cada vez más elaborada. Una inteligencia infinita, que sea capaz de conocer la infinitud de las variables y calcularlas, sería capaz de conocer hacia adelante y hacia atrás absolutamente todo. Inteligencia infinita, pues así pienso que son las variables, infinitas. Todo es infinitamente pequeño e infinitamente grande.
Supongo que un robot con un sistema informático muy complejo (con muchas variables) será inteligente, tal vez, en el momento en que sea capaz de crear nuevas variables.
Después del big bang (El big bang, por poner el principio en algo) las variables comenzaron desde una, hasta infinitas en un espacio de tiempo infinitamente pequeño. Las partículas se unieron en elementos cada vez más elaborados. Llegó un punto en que una de esas uniones fueron tan complejas que apareció la inteligencia, es decir, nosotros. Después, no se me hace difícil imaginar (imaginar) que una inteligencia muy desarrollada sea capaz de modificar las variables que modifican las variables de la inteligencia misma, del mismo modo que un robot crea nuevas líneas en su programa cuando ya es inteligente. Una inteligencia muy desarrollada, digo, puede romper las pautas de su propio destino.
Ese nivel de complejidad que modifica el destino, y que voy a llamar conciencia (porque hay que llamarlo de alguna forma, esa es la costumbre y la cadena a la que estoy atado) pudo haber estado en el momento del Big Bang, si es el caso de que no nos salimos del mundo material. Pudo haber estado, o no, ¿quién sabe? Me lo estoy imaginando todo, tal vez ni siquiera haya variables. Pero si estuvo entonces aquella conciencia tuvo que ser la creadora y eso es lo que siempre hemos llamado dios. Y lo que me apetece decir ahora es que a lo largo de la historia siempre hemos llamado dios a las cosas que no hemos conseguido explicar. A veces, con imaginación y ciencia hemos conseguido responder a cosas. Nuestro modo actual de ser es que aquello que no se sabe puede ser descubierto y hasta que no hayamos descubierto todo no vamos a parar jamás. Como ese jamás suena demasiado duro para nosotros, entonces decidimos que tenemos que vivir el camino del conocimiento hasta “jamás”. La felicidad está en el camino porque aun no hay forma de ver el final.
Estamos aquí para ser felices en el camino. ¿Y qué ocurre cuando no somos felices? No ser feliz, entonces, es como no estar haciendo lo que debes hacer porque tienes que ser feliz que para eso estás aquí. Entonces te pones a pensar en cómo haces para ser feliz hasta que lo consigues y entonces entras en un tiovivo de ser feliz y de tratar de ser feliz. Al final es lo mismo, pues estamos aquí para ser felices en el camino del conocimiento y la búsqueda de la felicidad. Es como que admitimos lo que aun no sabemos cambiar, es decir, el camino está ahí y no sabemos salir de él. ¡Enséñame a liberarme del camino! (Leer en voz de grito enfermo y con cara de loco desesperado)

viernes, 3 de abril de 2009

A-Temporal (con doble sentido)

Cuando sobrepasé el último escalón del autobús ya estaba dentro de él.
A mi izquierda y mi derecha esos asientos alineados. Asientos de madera, pues aparecí en un espacio temporal distinto perteneciente al pasado.
Asientos de madera de un carruaje. Un carruaje del pasado.
Viajé en él acompañado por mi caja azul.
Un viaje que duró un tiempo intemporal, y llenó todos esos huecos que un día aparecieron y nunca se consiguieron llenar.
Sí, un viaje de huecos llenos.
¡Qué grata sorpresa!