PRECAUCIÓN: NO LO LEAS SI ERES UNA PERSONA SENSIBLE.
Pepe tenía un nombre normal. Su vida era de lo más frecuente, y poco tengo que decir de sus amores, de su trabajo y de sus inquietudes. Bueno, de sus inquietudes tal vez sí que pueda decir algo.
Mientras conducía un martes, una garza se le cruzó delante del parabrisas. Pasó muy cerca, pero un movimiento adecuado de sus alas le permitió planear hasta fuera de la carretera sin resultar herida. Pepe se preguntó qué hubiera ocurrido si el ave se hubiera estrellado de frente contra el coche. ¿Habría sobrevivido? Tal vez el aerodinamismo del coche en movimiento hubiera producido una ráfaga de viento que hubiera impedido dicho contacto. Aunque pronto descartó esa idea, pues las abejas sí que se rompen contra el cristal sin ningún remedio ni cura. Tal vez, como las abejas dejan los restos de polen, el ave dejaría sus restos de sangre. Pero era posible que la herida producida por un golpe a esa velocidad no provocara chorretones de sangre, así pues, la garza saldría disparada antes de sangrar y manchar la luna. Pero, ¿y si la velocidad es suficiente como para producir un golpe que destroce completamente su cuerpo? Su cráneo obviamente se partiría, pero ¿Se rasgaría la piel? ¿O el conjunto de sus huesos y fluidos quedarían contenidos por los ligamentos y la piel? Seguramente sus vasos sanguíneos explotarían por la presión del golpe. Sí, era totalmente posible que el ave saltara por los aires como un copo de maíz caliente, y produjera chorretones de sangre, vísceras, y sesos.
El cráneo de un ave no es especialmente rígido. El cráneo de los humanos lo es más, pues tiene mayor espesor.
Aunque a Pepe no le gustaba la imagen, sentía curiosidad por saber cómo actúa la cabeza y el resto del cuerpo humano a elevadas presiones mecánicas. ¿Puede explotar/estallar el cuerpo humano? Se imaginó (aunque no le resultara agradable) una persona metida entre dos paredes que se cierran gracias a unos potentes mecanismos. Una persona acostada sobre una plancha de metal, y otra plancha de metal que bajara hasta que la distancia entre las planchas fuera de cero, sean metros, o milímetros. ¿Qué rompería primero? Supuso que si la persona mira hacia arriba, la nariz sería lo primero en tocar la plancha superior en movimiento descendente. La nariz se rompería primero ¿Sería una rotura brusca, como cuando rompemos un fideo sin cocer, o más bien una cosa más lenta, como si fuera de plastilina? Tal vez dependería de la edad. Seguro que a un niño la nariz se le deformaría hasta alcanzar un punto en el que jamás podría volver a su forma original, del mismo modo que lo puede hacer una goma elástica (estira, estira, hasta que se rompe). Pero a un adulto, la nariz seguramente haría: “crasch”. Podríamos escuchar el “crasch” si presenciáramos la escena. Si la persona siguiera viva, tal vez escucharíamos otras muchas cosas. Y bueno, no sentía curiosidad Pepe por qué pasaba si aplastaba a una persona muerta. O sí, sentía curiosidad, pero no tanta. Aunque a Pepe no le gustaba la escena, la persona debía permanecer viva, y consciente.
La sangre no fluye de la misma forma si está el corazón parado, o latiendo.
Y la actitud de la persona, ¿Cuál sería? Tal se pondría a insultar. Tal vez al principio, porque tendría que llegar un momento en el que entiende que todo está perdido. Entonces tendría verdadero miedo. Esto sí que podría resultar lo más repugnante de todo, y al mismo tiempo lo más interesante. ¿Cuándo entendería la persona lo que le va a suceder? ¿Cuándo de verdad surgiría el miedo y cuándo sabría la persona que va a morir? Los gritos, sí, eso era obvio. ¿Gritaría con todas sus fuerzas o dejaría algo de energía “por si acaso”? -¿por si acaso qué coño?- Por si acaso se le rompen sus cuerdas vocales. ¿Cuándo dejaría de preocuparse por sus cuerdas vocales y gritaría de verdad? ¿Cuándo entendería que gritar no le va a salvar la vida y se pondría a llorar? Pues, ¿lloraría? ¿Se orinaría encima? ¿Qué mirada tendría? ¿Cuánto abriría sus ojos? ¿Cómo se cerrarían sus pupilas hasta parecer un grano de arena? Abriría la boca por el dolor. La abriría mucho y podría sentir que se le desencaja la mandíbula, tal vez. Pero sobretodo, había una pregunta que entusiasmaba a Pepe, aunque le parecía horrible: ¿Cuántas partes de su cuerpo debían romperse para morir? ¿Hasta qué distancia podrían quedar las planchas metálicas antes de poder morir? Imaginó Pepe, que estarían mucho más juntas de lo que podría parecer en un principio.
Después de la nariz, seguro que la cabeza se pondría de lado. El cuello no se rompería, decía Pepe, porque el cuello puede girar un poco más de 90 grados. Ahora todo dependía de si la persona tiene la cabeza más o menos pequeña que el tórax, o si tenía más o menos barriga. Si tiene bastante barriga, seguramente los órganos internos se aplastarían y romperían sus tejidos bastante pronto. La sangre afloraría por el ano y por la boca. Tal vez la piel se rompería por el lateral y saldría todo –vísceras- por los lados, o por cualquier otra parte. Aunque lo más lógico parece ser que la presión produzca que la persona simplemente se ahogue al no dejar que los pulmones se expandan. Por otra parte, si la persona es muy delgada, pensó Pepe que el tórax y la cabeza fueran los que antes rompieran. En el caso de ser el tórax, la muerte sería la asfixia. La cadera y los órganos genitales también serían historia. O simplemente dejarían de existir y ya está. Y el aplastamiento de la cabeza también llamaba la atención a Pepe. Como en el caso de la nariz, o del cráneo del ave, era muy probable que hiciera “crasch”. Aquí el sonido del los huesos rotos debía ser considerable. Puede que al romperse de repente (como el fideo) el cráneo empujara y rompiera la piel, dejando escapar su gris contenido. O tal vez se rompiera como la nariz de un niño, deformándose poco a poco. También aquí los huesos romperían la piel y liberaría su presión dejando libre sesos y sangre. Una palomita de maíz, roja. De azucar.
No sabía muy bien Pepe, qué ocurre cuando aplastas viva a una persona. No le gustaba la escena, pero no podía evitar preguntárselo.
Nota: Al autor le entraron gases después de releer esto.