Se ruega la presencia del excelentísimo señor don Fernando.
Se ruega la presencia de Fernando.
Y ahora, que alguien me explique qué diferencia hay entre esas dos frases. Porque, comprobado con mi búsqueda en la real academia española, excelentísimo no es más que un “Tratamiento de respeto y cortesía”. Que no se ofenda el excelente (porque nadie duda de que sea excelente, ilustrado y buenísima persona), señor, y don, Fernando, si resumo en la segunda frase el “tratamiento” de cortesía.
Tratamiento que se prolonga tanto en tiempo de pronunciación como en longitud de escritura, más que el propio nombre. Fernando.
No me extrañaría en absoluto que alguien olvidara el nombre que quería decir después del larguísimo tratamiento.
No me extraña que a veces olvidemos a dónde queremos ir, si queremos decorar el camino de ida hasta hacerlo prácticamente inútil. Un camino que siempre es empinado, lleno de rocas y peligros, que pretendemos hacer en zapatos, traje y corbata, y además queremos hacerlo sin ensuciar ninguno de esos lastres. ¡¡¡Como si quisiéramos llevarlos!!!
1 comentario:
interesante reflexión sobre el exceso de florituras que pueblan las orillas de la cortesía, que muchas veces más que añadir información, desvían la atención de lo que de verdad se está diciendo
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